La trampa de la positividad
El intento de escapar del sufrimiento, de evitarlo y silenciarlo, acaba desencadenando un efecto rebote en el que la evitación del sufrimiento crea aún más sufrimiento y malestar.
La "positividad forzada" consiste en imponerse a uno mismo una falsa positividad, generalizando un estado feliz y optimista y reprimiendo los sentimientos "negativos", lo que a la larga es tóxico. En un esfuerzo por crear felicidad, ocultamos o negamos sentimientos que son importantes para la adaptación, como la tristeza y la frustración o el miedo, la ira y los celos. Todas las emociones que experimentamos tienen una utilidad y nos dan información sobre lo que está ocurriendo y cómo nos estamos adaptando a nuestro entorno. Por lo tanto, no podemos ignorarlos y, al contrario, debemos escuchar lo que nos dicen. Para trabajar con las emociones negativas, primero debemos aceptarlas. Trabajar la percepción y el reconocimiento de las emociones negativas contribuye al desarrollo de la resiliencia.
La positividad es tóxica en el sentido de que estamos constantemente en modo de negación, lo que no sólo es antinatural sino también agotador. Intentamos proyectar la imagen de que todo va bien, de que tenemos un equilibrio maravilloso centrándonos en lo positivo y no en lo negativo, pero este hecho en sí no nos hace débiles, sino desequilibrados emocionalmente, lo que conduce a la debilidad, la adaptabilidad y la capacidad de superación aumenta nuestra capacidad para hacerlo. Nos aísla de nosotros mismos y de nuestros verdaderos sentimientos.
Esta positividad dañina puede ser un aspecto de la mala interpretación que hace M. Seligman del concepto de psicología positiva. La aplicación correcta de la psicología positiva es una práctica muy útil, pero cuando se aplica indiscriminadamente conduce a una visión muy parcial de la realidad y a una sensación de impotencia.
Una comprensión errónea de la psicología positiva puede conducir a.
Quizás te interesa:- Ocultar o encubrir los verdaderos sentimientos.
- Reprimir o ignorar los sentimientos.
- Sentirse culpable o avergonzado por ciertas emociones.
- Minimizar ciertas experiencias con uno mismo y con los demás
- No reconocer ciertas experiencias emocionales propias y ajenas
- Ignorar cualquier cosa que le moleste
La terapeuta estadounidense Sally Baker afirma: "Cuando ignoras los sentimientos negativos, tu cuerpo intenta subir el volumen y hacer que te centres en el problema. Reprimir las emociones puede ser mental y físicamente agotador. Antonio Roderal también sostiene que "centrarnos exclusivamente en las emociones positivas nos hace más ingenuos o infantiles ante posibles situaciones vitales y nos deja vulnerables en los momentos difíciles."
"También es energético no serlo".
"¡Puedo hacer cualquier cosa!" Y". Si piensas en positivo, atraes la positividad". Querer es una "fuerza". Con la actitud adecuada se puede conseguir cualquier cosa". Hoy será un gran día". Sonríe". Estos son sólo algunos de los mensajes que inundan las redes sociales, pero pueden convertirse en una trampa y afectar al bienestar mental.
Hablamos de positividad tóxica porque la positividad parece muy necesaria, pero siempre hay que tener los pies en el suelo", explica a 20minutos Silvia Vidal, psicóloga forense y especialista en relaciones de pareja y ansiedad. Entonces, ¿cómo reconocemos este discurso tóxico sobre el bienestar y qué impacto tiene en la sociedad?
¿Cómo funciona esta cultura de la positividad?
Ser feliz es un estado de ánimo, igual que estar triste un día y enfadado al siguiente", añade Sylvia Vidal, autora de la cuenta de Instagram @queridaneurona. La positividad tóxica, por tanto, nos impide afrontar y, en última instancia, invalidar las emociones negativas, explican los expertos. La "industria de la felicidad" intenta crear una "realidad" con un discurso que dice: "Puedes conseguir lo que quieras, dependiendo de tu actitud, y si no lo consigues, es culpa tuya". Pablo R. Coca, psicólogo, dibujante e ilustrador y autor de Oxímoron, cuenta a 20minutos que.
Quizás te interesa:El impacto más inmediato de este tipo de mensaje es que se trata de un discurso que influye en la sociedad y se convierte en una "creencia", lo que puede resultar frustrante. Sin embargo, Pablo señala que "la gente cree que puede hacer lo que quiera y esto perpetúa los problemas psicológicos". Silvia señala: "La gente cree que la felicidad está en manos de otros y que ellos mismos son responsables de ella".
Por eso, Pablo advierte de que es una "cultura individualista" y que "no tenemos la fortaleza mental de la que se suele hablar, tenemos que ser duros con nosotros mismos para alcanzarla, y llegamos a un límite en el que no sentimos miedo, frustración y decepción".
"Puedes pensar que lo tienes todo, pero no eres feliz. Tengo trabajo, tengo amigos, tengo pareja, pero no me siento feliz". ¿Qué ocurre entonces? Silvia advierte de que el estrés, la ansiedad y la preocupación surgen porque "te crees una persona exagerada que no aprecia las cosas".
"No te sientas culpable si lo tienes todo en tu vida y no eres feliz por ello".
Un discurso que ejerce mucha presión sobre la sociedad y puede ser realmente perjudicial. La industria de la felicidad es muy poderosa, lucrativa e influyente", afirma Edgar Cabanas, doctor en psicología y coautor del libro Happycracy: How science and the happiness industry control our lives, en una entrevista con El País. El investigador y profesor de psicología cree que hay "mucha culpa" detrás de esto. Si lo que ofrecen es la idea de que la felicidad es una elección individual, entonces están diciendo que todo sufrimiento -ansiedad, depresión- es culpa tuya. No hay autoayuda para los problemas estructurales y colectivos", añade en una entrevista.
"Estamos evitando, sintiéndonos culpables, frustrados"
En este punto, dice Silvia, es importante entender que "la felicidad no es un objetivo ni una forma de vida, sino un estado emocional". Un día estás muy triste, otro día estás feliz". Está bien. No debes sentirte culpable si no lo tienes todo en tu vida y no sientes esa felicidad".
El positivismo tóxico puede conducir a conductas de evitación al "contener los pensamientos negativos". Evitamos, nos sentimos culpables y frustrados porque queremos evitar algo que no se puede evitar, y ése es el juego del miedo", dice Pablo. "El mensaje es muy claro: 'Si piensas negativamente, pasarán cosas negativas', además de que no se tienen en cuenta el contexto ni los factores externos, lo que da lugar a una 'situación desagradable'. Antes, cuando pensaba 'todo está en mi cabeza', no entendía que no todo es genial, que depende del contexto y que no todo depende de mí".
'No creo que haya llegado a un acuerdo con la desesperanza del futuro'.
Especialmente tras el estallido de la pandemia, los jóvenes se ven cada vez más afectados por la situación". Hay una desesperanza ante el futuro que creo que provoca mucha frustración, ansiedad y sobre todo el hecho de que no haya proyectos de vida".
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