Felicidad: démosle una vuelta al concepto

Pero claro, ¿cómo se puede escribir un blog sobre la felicidad sin definir qué es la felicidad?

Es probable que esta entrada se actualice y revise en el futuro. Porque es necesario. ¿Y por qué?

Para empezar, por el concepto de evolución. Estamos (o deberíamos estar) en constante evolución. Así evoluciona nuestro propio concepto de la realidad y también nuestra percepción de lo que nos rodea, incluida la felicidad. En otras palabras: Si algo nos hace felices hoy, puede que no lo haga mañana. Hoy podemos encontrar la felicidad en un bar con amigos, mañana en casa con nuestros hijos.

La felicidad, en cambio, tiene tantas caras en el mundo como personas, porque tiene un número infinito de rostros. Lo que me hace feliz a mí no tiene por qué hacerte feliz a ti, y viceversa. Por lo tanto, es imposible definir lo que no tiene definición porque no hay aceptación universal.

Por lo tanto, desgraciadamente es poco probable que exista una única definición de felicidad. Sin embargo, esto no debe verse como algo malo, sino que la otra cara de la moneda es que debemos intentar utilizar las ideas de felicidad de los demás para enriquecer las nuestras.

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Será lo primero que se moje.

"La felicidad es algo que no puede ser sustituido por nada más".

¿Por qué lo dices?

Porque si algo me hace feliz, ¿por qué debería cambiarlo?

Sin embargo, he aquí otras definiciones que me impresionaron.

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"La felicidad es lo que se consigue cuando pensar, decir y hacer están en armonía. - Gandhi.

La felicidad es saber contentarse con lo que se tiene.

"La felicidad es simplemente buena salud y mala memoria". Albert Schweitzer.

Yago Franco.
Psicoanalista, autor de textos y ensayos sobre psicoanálisis, miembro del Colegio de Psicoanalistas de Argentina, inspirado en la obra de Cornelius Castoriadis (www.magma-net.com.ar) y director de MAGMA, grupo dedicado a la obra de este autor.

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Una época que no es ni catastrófica ni fenomenal.

Aquí pasa algo. Los tiempos parecen ser catastróficos. Hay muchos. Pero al mismo tiempo es también un momento de apertura, de incertidumbre. El malestar en la cultura, más allá del malestar en la cultura, y la felicidad en la cultura (en forma de nuevas alegrías) coexisten.

La renuncia que exige la vida en sociedad es irrefrenable, y la demanda de placer ilimitado como promesa de felicidad se alza como algo nuevo a finales del siglo XX y principios del XXI. Pero también abre nuevas vías al deseo, al ser inmortal que anida en el inconsciente.

Porque hemos decidido adoptar una actitud crítica frente a la sociedad y la cultura y, al igual que Freud, considerar los efectos duraderos de la vida en una sociedad determinada sobre el sujeto y, por tanto, sobre la clínica. Esto no debe hacernos olvidar que la historia social no es un todo homogéneo. Lo maligno es que, por mucho que beneficie al sujeto (su placer necesario), coexiste claramente con la dominación, que varía según la época y la cultura. La historia social es tan heterogénea como sus sujetos, que han sufrido (en la mayoría de los casos) pero también han vivido momentos de placer y alegría, momentos de felicidad y momentos de incertidumbre. Algunas personas han vivido experiencias de pesadilla que muchos analistas se preguntan cómo han podido superar. Las capacidades sofisticadas y creativas de la psique están estrechamente ligadas a la indeterminación, tanto por azar como en el ámbito sociohistórico. En Argentina, hay supervivientes que pasaron por los campos durante la última dictadura. Los niños nacidos como prisioneros de guerra sólo descubren sus orígenes décadas después, cambian su apellido, contactan con las familias de sus padres y se convierten en uno de ellos. Por supuesto, también hay ejemplos de esto en el siglo pasado.

Por tanto, estas líneas pueden contradecir las afirmaciones de otros textos que hemos desarrollado: en realidad son un intento de completar el cuadro de situación (¡que está incompleto!). . Si tomamos la crítica del orden decretado como eje de nuestro desarrollo, no debemos considerarla como todo lo que hay en la existencia. Hay más en el cielo y en la tierra de lo que sueñas en tu filosofía, Horacio" (Shakespeare).

Si el impulso de muerte tiende a tener una presencia abrumadora en la clínica, también es cierto que la lógica de la esperanza incrustada en el anhelo no bloquea el camino. Nos ocuparemos de esto último al final.

Sobre los padres, sus nombres y el declive del patriarcado

Como se señala en La interdicción en crisis, está en juego algo fundamental para la estructuración de la psique: el significado de los límites. Sin embargo, el ideal de lo ilimitado como promesa de felicidad impide su funcionamiento, lo que se manifiesta en las diversas manifestaciones de la clínica.

Para entender lo que desarrollaremos a continuación, volvamos por un momento al argumento planteado por el lacanismo y retorzámoslo en torno a las ideas que María Cristina Oleaga retoma en su texto. En este último caso, se trata precisamente de darle la vuelta a una idea y contemplarla desde una perspectiva diferente, en este caso ajena.

Entonces, ¿es malo el declive del "nombre del padre"? No es que sea lo único que queda que se llame Edipo, castración, orden sexual, etc. El nombre del padre: una sintaxis que pertenecía al catolicismo y que más allá de los intentos lacanianos pretendía pertenecer a un universo de significados patriarcales, como otros conceptos e ideas psicoanalíticas sobre el sexo, las mujeres y los hombres. Superar al padre, que en principio parece una buena idea, no es otra cosa que mantener el eje y salvarlo. ¿Mantener el declive significa restaurarlo? ¿Es una postura nostálgica la que adopta Miller para recuperar una semántica que pertenece al ámbito de la semántica paternalista?  Hace tiempo que señalamos su presencia en la teoría psicoanalítica y en la práctica clínica en Moral sexual psicoanalítica y neurosis institucional y Perdónale, no sabe lo que hace. Sobre el padre en psicoanálisis. Además, el nombre del padre no es el único que puede ser responsable de la normalización del mundo del deseo, la pulsión y la identidad del sujeto. Además, pertenecía a un significado propio de un momento histórico concreto. De la mano de la lenta decadencia del patriarcado, en el que se puso en práctica el significado del nombre del padre, se está produciendo un fenómeno interesante, inquietante y complejo a varios niveles.

Sentido, significado, claridad, descomponibilidad.

Suponemos que en cada época hay un "otro" que ha ido cambiando en el transcurso de la historia y según la cultura. Sabemos y damos por sentado que la historia es un lugar de creación y, por tanto, de indeterminación. Que no es necesariamente sinónimo de lo positivo. Y cuando hablamos de significación, es porque pertenece y forma parte del terreno sociohistórico (o, más bien, porque es una significación imaginada socialmente). El significante, en cambio, pertenece al magma del significante imaginario social y brota de él en su fusión con el significante imaginario individual; es una cosa individual.

(1) Tanto las posiciones lúcidas como las reflexivas (la subjetividad reflexiva y deliberativa tal como la concibe Castoriadis) defendidas no sólo por el movimiento de mujeres, sino también por los hombres y los jóvenes que quieren liberarse del superyó patriarcal, se encuentran en la diversidad de subjetividades, incluidas las variaciones del preordenamiento de la sexualidad. No sólo las mujeres sino también los hombres se liberan del poder patriarcal, y la juventud de este periodo aparece "débil" y "confusa"; (2) Dado el modo de ser del Otro, que exige un placer infinito combinado con la promesa de felicidad, es la pérdida de sentido -incluido el sentido de la paternidad- por descomposición.

Creemos que esta doble hélice de "pérdida" lúcida y "pérdida" por descomposición, que suele ser confusa en el desarrollo de la teoría psicoanalítica, nos permite ver más claramente lo que sucede en la subjetividad al mirarla. Así que estamos en tiempos muy complejos. Se trata de un periodo de transición en el que "lo viejo no termina con la muerte y lo nuevo no termina con el nacimiento" (Gramsci).

En otras palabras, al igual que hay una clara destrucción de lo que llamamos significado paterno, que pertenece al orden patriarcal y circula intersubjetivamente, con el "nombre del padre" representándolo a nivel psicológico, también hay una destrucción por descomposición del magma del significado social imaginado que constituye este período histórico. Así, la libertad que nunca antes habían experimentado las mujeres y los jóvenes y la aparición de una diversidad sexual que ocupa un lugar cada vez mayor en el sistema (sucesora de la lucha de los homosexuales en el siglo pasado) coexisten con un notable aumento de los abusos sexuales a menores, las patologías feministas y las patologías límite (fronteras para el estado de deficiencia psíquica externa e interna).

Los límites y el sentido del deseo Deseo infinito y destructor

La interdicción en crisis aborda la noción del significado de las fronteras como institución social que circula entre sujetos y más allá de cualquier nombre, sea el del padre o el de otro. Es una herencia sociohistórica, lo que significa que este significado es una herencia sociohistórica, parte de la estructuración de la psique [1]. Y es universal. La tarea de separar al infante del Otro original (y a éste del primero) puede adoptar distintas formas en diferentes épocas y sociedades. El nombre del padre se ha convertido en uno de ellos. Sin embargo, al igual que el orden patriarcal, está en peligro.

Si partimos de la consideración de que la importancia de los límites es fundamental para la estructuración del psiquismo (antes hay castración, abstinencia, ideales, etc.) la infancia, el final del Edipo, la pubertad), afecta a diversos elementos y registros del psiquismo, remodelándolos y estructurando lo que conocemos como represión originaria. Si partimos de esta consideración, una cultura en la que se disfruta sin límites de las exigencias y promesas de los demás, podríamos argumentar que está asociada a la felicidad, lo que supone una gran dificultad para ejercer este significado. Esta crisis de sentido se manifiesta en el borderline no sólo como un supuesto cuadro clínico, sino también como un status quo subjetivo. Y ya hemos mencionado que para nosotros la realidad es un concepto dualista. Es decir, la realidad en la que vive el sujeto y la realidad que se refiere a la neurosis propiamente dicha, tal y como fue conceptualizada por Freud y descrita en El estado del problema clínico [2]. La imposibilidad de refrenar el yo, la urgencia de permanecer libre, el aparato analítico y la clínica del deshabituado, que afectan significativamente la posición del analista. Este mundo clínico que coexiste con la neurosis incluye enfermedades psicosomáticas, epidemias de acción, ataques de pánico, desencarnación del mundo, afanesis, etc. El tipo de neurosis de entonces, el quantum pulsante ilimitado que está en el núcleo de la neurosis, ya no existe como neurosis de neurastenia o pena, sino como la imagen mencionada anteriormente. Sólo los hipocondríacos están estrechamente relacionados con el trastorno de pánico y siguen ocupando su lugar.

Agitación ilimitada y pulsante.

Enfrentado a la exigencia/mandato/ideal del placer ilimitado como garantía de felicidad, nos encontramos con un sujeto cansado y obligado a convertirse en su propio empresario (Han Byung-Chul), que se cree libre de todos los jefes y se convierte en su propio jefe, explotándole más que a nadie. En realidad, se convierte en empleado de una gran empresa en la que se convierte en el Otro y dedica su vida, su preciosa vida, a cumplir sus exigencias (que, por supuesto, satisfacen a los dueños del capital). La precarización como realidad, la exclusividad como amenaza: estos sistemas están cerrados. Y las exigencias de rendimiento son infinitas. Cada vez más. [3]

Podría pensarse que este "más y más" ataría al sujeto al deseo, pero, por el contrario, no es más que un intento de conmover al mundo palpitante y barrer todas las fronteras. Si no hubiera límites, no habría deseos, se agitarían las aguas palpitantes del registro palpitante, y sería algo que no podría contenerse, y así sucesivamente.

En una sociedad en la que abundan los bienes de todo tipo y cualquier cosa puede convertirse en ellos, su adquisición (al igual que la salud y la longevidad) es garantía de felicidad, y el desbordamiento de las pulsaciones está a la orden del día.

La lógica de la esperanza y el deseo

Al principio de este apartado señalábamos que, a pesar de la heterogeneidad de la época y de lo que se acaba de decir, la presencia del Eros mediado por el deseo, es decir, por la pulsión lograda a través de lo que llamamos castración, es una unidad que no debe perderse de vista en relación con el significado de los límites. Cualquiera que sea el análisis, el deseo es la brújula que saca al sujeto del callejón sin salida. El deseo se expresa a menudo en la formación del inconsciente, en la transferencia, en la mirada del yo (je) sobre el mundo y sus semejantes, etc. En el deseo, dice Greene, hay una lógica de la esperanza. ¿Cuál es esta lógica?

En este caso no se ve como pasividad, sino como actividad, una actividad de búsqueda incesante -e imposible- para mantener viva la existencia. El deseo es una búsqueda constante de satisfacción, una satisfacción que no puede realizarse plenamente y que, por tanto, es la fuerza motriz de la vida espiritual.  El deseo crea una tendencia hacia la inmortalidad que anida en el inconsciente. Paradójicamente, es esta tendencia la que restringe la castración para permitir la vida espiritual y la maduración del sujeto para que no se agote en el cortocircuito de la gratificación inmediata." Vivir como un "ser humano" Castoriadis cita a Aristóteles: "Vive como si fueras inmortal" y "avanza todo lo posible hacia la inmortalidad". La lógica de la esperanza es una forma de restringir el deseo -al no satisfacerlo plenamente- para mantenerlo vivo. Pero a través de la castración, finalmente, como el sentido de la muerte, está marcado por el paradójico compañero del deseo: éste es el verdadero nombre del sentido de los límites.

Cuando el sujeto está permanentemente expuesto a la arrogancia, es decir, a impulsos exuberantes, es el sentido del límite el que le permite restablecer los límites del espíritu dentro y con la realidad de los demás y de la vida social. De este modo, la lógica de la esperanza puede ponerse en marcha, superando las diversas jerarquías psicológicas y llegando al tipo de expresión descrita por Camus en este fragmento del Verano.

En mi odio he descubierto que llevo dentro un amor invencible. En medio de las lágrimas, he descubierto que llevo una sonrisa invencible. En medio del caos, he descubierto una paz invencible en mi interior. En pleno invierno, he descubierto dentro de mí el verano invencible. Y esa es mi felicidad. Porque por mucho que el mundo me empuje, hay algo más fuerte y mejor dentro de mí que me devuelve el empujón".

Una forma de expresar la inmortalidad del deseo, pero asociada al realismo (otro nombre/consecuencia de la castración). En otras palabras, es un reconocimiento de los límites y, al mismo tiempo, un empuje hacia delante, una robustez del deseo asociada a Eros. El problema en este momento es que el Otro está aliado con Tánatos y aspira a posibilidades infinitas. Esto se debe a que la promesa de su abundancia va unida a una tendencia mortal a acallar el ruido de Eros. La plenitud que trasciende la experiencia mística, artística y emocional es la muerte. Y esta plenitud es lo que se promete como acceso a la felicidad.

Observación.

[1] El problema de reducir la función del aparato mental a un juego de símbolos -ya bien discutido pero no debatido en su totalidad- no se tratará aquí, pues nos distraería del núcleo de este desarrollo. Baste entender que el significante (cuya naturaleza no se discutirá aquí) pertenece a un magma de significado social imaginario. Y que la emoción, otro representante de la pulsión junto con la represión, ocupa un lugar fundamental, como se discute en El Gran Accidente, la "destrucción de la emoción."
[2] Paradigma texto límite. de la afánisis al ataque de pánico, Buenos Aires, Lugar, 2017.
[3] 2016: véase Odisea en el consumo.

Cortesía de El psicoanalítico.

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Resumen

Alejandro

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