Comprensión, curiosidad y paciencia: las claves para sana...
El pensamiento bueno y crítico es una de las asignaturas que todo niño debe aprender. Para que tengan criterio propio para juzgar lo que les ocurre, lo que observan y lo que aprenden, y para que tengan capacidad de análisis para entender el mundo desde su propia perspectiva.
Hoy en día hay muchas distracciones y estímulos que inhiben este pensamiento crítico del que hablamos, ya que vivimos en una era de la información en la que circulan las Fake News.
Entrevista con Leo Farache y José Carlos Ruiz
*Siga a Leo Farache en @leofarache.
*Jose Carlos Ruiz puede seguirse en @donjosekarlos.
Leo Farache, Director de la plataforma "Gestionando Hijos" y José Carlos Ruiz, Doctor en Filosofía y Profesor de la Universidad de Córdoba, autor de los libros "El Art de Pensar para Niño" y "De Plato Batman", hablarán sobre este tema en este post Tener.
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Leo Farache: Básicamente, informar, escuchar y oír.
- Informar: Contar a los niños lo que ocurre a su alrededor, en la sociedad, lo que oyen (de los medios de comunicación, de amigos, de familiares). Y al tiempo que les proporcionamos fuentes de información, les ayudamos a informarse por sí mismos reforzando su capacidad de escucha.
- Haz preguntas: Evite nuestro juicio y pídales que respondan lo que piensan. Jugando a Sócrates en clase, los niños aprenden desde pequeños a escucharse, a ser flexibles y a cambiar o ampliar sus propias opiniones.
- Escuchar. Tanto las madres como los padres mandan y juzgan en lugar de escuchar. Los niños se divierten más cuando están dispuestos a escuchar. Curiosamente, les hacemos más caso cuando son pequeños que a los adolescentes.
José Carlos Ruiz: Es sencillo, pero lleva mucho tiempo. En la infancia, es importante crear pequeños hábitos de pensamiento en la vida cotidiana. A menudo pasa desapercibido, pero tiene efectos positivos a largo plazo.
- Para activar el pensamiento crítico, primero hay que trabajar lo que yo llamo protopensamiento, que consta de tres elementos. Estos elementos son: Sorpresa, Curiosidad y Cuestionamiento; conviene trabajar los elementos juntos, ya que se combinan en una trilogía. Nuestros hijos son cada vez menos capaces de sorprenderse porque están saturados y sobreestimulados.
- Además, tendemos a asociar los "milagros" con algo muy especial, de modo que ya no buscamos "milagros" en nuestra vida cotidiana. Por lo tanto, es importante encontrar primero el milagro en los detalles desapercibidos de la vida cotidiana que rodean nuestras propias vidas.
- Una vez que eres capaz de maravillarte ante las pequeñas cosas, debes convertir esa maravilla en curiosidad. Si esto no ocurre, la maravilla cobra vida propia y se convierte en mera fascinación. Lo importante es despertar la curiosidad por saber más sobre lo que te ha sorprendido. Y este proceso debe terminar con "hacer preguntas". Sólo desarrollando el arte de hacer buenas preguntas se puede despertar el pensamiento crítico.
¿Qué sentido tiene leer el largo relato de la Pasión de Jesucristo en este llamado Domingo de Ramos? El Viernes Santo volvemos a leerlo en la versión del Evangelio de Juan. ¿Por qué leemos el libro y contamos la historia?
No sólo por curiosidad intelectual, sino también por la importante razón de conocer la verdad que tenemos ante nosotros, conocer nuestros orígenes y comprender la clave de la historia.
Leer la historia de la Pasión en otro año puede darnos matices que desconocíamos sobre las últimas horas de Jesús.
Quizás te interesa:Por otra parte, la información sobre acontecimientos pasados nos evoca compasión si se refiere a alguien que sufre o que es importante para nosotros de alguna manera. Aprendemos a ser compasivos y a perdonar. Nos permite enriquecernos y acercarnos a los que sufren.
Leer para conocer, para empatizar, para enriquecer el intelecto y el espíritu: éstas son importantes aportaciones que los textos bíblicos hacen a nuestras vidas. Pero ese no es el único objetivo de la lectura.
A veces leemos para obtener consejos para la vida, sobre todo los escritos por sabios o que tratan de la historia de los santos. La lectura se convierte entonces en la luz de nuestras vidas. Aprendemos a ser mejores e intentamos acertar en nuestras decisiones cotidianas.
A lo largo de su vida, y especialmente en estos últimos momentos, Jesús de Nazaret es un ejemplo de paciencia, profundidad, bondad, perdón, fidelidad a Dios y amor a sus propios enemigos. Hay pocos ejemplos de "humanidad perfecta" como el crucificado de Nazaret.
Creemos que este hombre es el Hijo de Dios, y en su historia escuchamos la palabra de Dios para nuestras vidas. En el silencio del Cordero, Dios nos habla, y en la derrota del Mesías, Dios nos muestra el camino de la victoria. La lectura de la Pasión no sólo enriquece nuestra cabeza y nuestro corazón, sino que también fortalece nuestra voluntad.
Pero hay más, mucho más. Leemos historias para ampliar nuestros horizontes humanos, para experimentar una vida distinta de la nuestra. La lectura nos enriquece como seres humanos. No sólo podemos convertirnos en personas mejores, más sabias y más compasivas, sino que también podemos vivir vidas más ricas y plenas.
Por eso leemos la historia de la pasión. Los aspectos históricos, emocionales y morales deben abrirse a una dimensión existencial y litúrgica. Leemos para estar presentes, para ser figuras de Pascua, para ser contemporáneos de Jesús, para ser sus amigos.
Para vivir esta dimensión, es muy importante que la lectura de la Pasión tenga lugar en público y en el contexto de la Eucaristía.
Nuestra participación en los acontecimientos que leemos no es sólo simbólica, sino también sacramental. Cuando leemos novelas de aventuras, nos imaginamos las escenas, simpatizamos con los protagonistas y vivimos sus hazañas. Sin embargo, esto se hace de forma imaginativa y totalmente simbólica.
En la liturgia de la Pasión, la experiencia de los acontecimientos narrados no es sólo simbólica, sino también histórica. Creemos que el protagonista de esta aventura está entre nosotros, presidiendo la fiesta, hablando en la lectura de la Palabra, partiendo el pan con sus propias manos y tocando su propia carne viva a través del pan. ......"
Para que esa lectura sea una realidad, es necesaria la fe, y para que la fe no sea mera imaginación, es necesaria la verdad de la resurrección del Crucificado. Leemos la historia de la pasión porque el que murió está vivo y quiere que participemos en ella.
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